José Luis Aguilera
Interactuar con adolescentes puede generar confusión en las personas adultas, sobre todo en los padres. Un adolescente ya no es un niño, pero tampoco es un adulto. No desea ser tratado como un pequeño, pero tampoco puede desempeñarse como independiente, pues carece de madurez suficiente y se encuentra en proceso de autonomía.
La palabra adolescencia deriva de adolecer, que significa carecer. Es la etapa de desarrollo que se encuentra entre la niñez y la adultez; inicia con la pubertad y termina con el inicio de la adultez joven. Durante esta etapa, las personas carecen de todo: pertenencia, madurez física y emocional, pero sobre todo, de identidad, pues se encuentran en proceso de formarla.
Muchos padres se sienten en un conflicto cuando sus hijos se acercan o se encuentran en la pubertad y la adolescencia, pues se dan cuenta que las estrategias y dinámica que antes funcionaban ahora ya no son del todo efectivas. Y esto es normal, pues están acostumbrados a una interacción que ha permeado durante años y, de repente, todo cambia sin un previo aviso, sobre todo la personalidad, que es el tema que abordaremos el día de hoy. En la psicología del desarrollo, la personalidad es todo aquello que le da identidad a un individuo Se refiere a todas las características fisiológicas y psicológicas que dan pertenencia a una persona y la diferencian de otras. Existen muchísimos autores que han realizado aportaciones al estudio de la personalidad. Uno de los más influyentes y objetivos ha sido Gordon Allport, quien se dedicó al estudio de los rasgos de la personalidad y en este artículo nos hemos basado en sus aportaciones para entender un poco más a nuestros adolescentes.
Los rasgos se refieren a características del comportamiento más o menos estables de una persona que le brindan adaptación al entorno. Conforman la base de la personalidad y se van formando y forjando conforme a las experiencias y situación de vida particular de cada uno. Cuando hablamos de personalidad en adolescentes, realmente no podemos aventurarnos a definir un tipo específico, pues la personalidad no se ha conformado completamente y solo podemos hablar de rasgos, que si bien pueden provenir de la infancia, pueden mantenerse hasta consolidarse o cambiar. Allport propuso tres tipos distintos de rasgos, revisémoslos a continuación:
• Rasgos centrales: son aquellas características que afectan la mayoría de las conductas de manera importante y constante, generalmente tienden a repetirse en la mayoría de las situaciones que vive la persona. Por ejemplo: una persona que es conocida por su puntualidad se comportará de tal manera ante la mayoría de sus ocupaciones, aunque pudieran existir ocasiones en que no. Una adolescente creativa con las manualidades encontrará múltiples maneras de echar a andar su imaginación con cartulinas, maquetas o dibujos en las materias que curse, y posiblemente busque ideas con colores y formas que ella adaptará y las aplicará en la mayoría de sus contextos: redes sociales, trabajos escolares, decoraciones, entre muchos otros. Un joven que sea amante de la música tratará de escucharla o reproducirla en el trabajo, la casa, mientras maneja o incluso mientras se baña, pero tal vez prefiera no hacerlo cuando desea leer un libro o revista. Una persona puede poseer varios rasgos centrales y estos le brindarán adaptación a la mayor parte de sus esferas de vida. Estos rasgos dan identidad o caracterizan porque han sido muy estables.
• Rasgos secundarios: también son características que afectan conductas, pero a diferencia de los rasgos centrales, no afectan la mayoría de las situaciones de una persona, sino situaciones específicas. Son menos llamativos y generalizados, por lo tanto “se usarán” menos que los centrales. Por ejemplo: a David le gusta el helado de nuez y cuando va a una heladería, generalmente lo pide, si no lo encuentra, puede pedir de otro sabor, excepto de limón porque ese le desagrada. A María no le gustan las blusas de manga larga, pero las llega a utilizar cuando usa un saco formal para su trabajo o cuando usa pijama. Estos últimos son ejemplos de preferencias personales, que si bien son consistentes, no afectan la mayoría de contextos o conductas de María o David, pues no dirigen su vida, solamente situaciones específicas. Un rasgo secundario podría evolucionar a rasgo central si poco a poco va dando adaptación a la mayor parte de las situaciones.
• Rasgos cardinales: son tan penetrantes que dominan casi todo lo que hace una persona. Para entenderlos mejor, es más fácil pensar en un personaje famoso: Abe el honesto (Abraham Lincoln), Iván el terrible, Maquiavelo, el Quijote de la Mancha, Chespirito o Jesucristo. Algunos de estos personajes cuentan con un mote o sobrenombre que nos permite identificarlos rápidamente, algunos otros no lo tienen, pero identificamos inmediatamente características que les dan una identidad distintiva de cualquier otra persona, a esto se le conoce como rasgo cardinal. Un rasgo central podría convertirse en cardinal, pero debe cumplir dos condiciones: tendría que presentarse en casi todos los contextos de una persona y ser sumamente estable a lo largo de varias de las etapas de desarrollo de una persona. En los niños y adolescentes no podemos hablar de rasgos cardinales, sin embargo, en los adultos sí, pues cumplen con las dos condiciones.
Cuando pensamos en un adolescente, podríamos llegar a identificar rasgos secundarios y centrales. Recordemos que ellos se encuentran en búsqueda de identidad. Por eso es normal que vean como modelos a seguir a deportistas, artistas o cantantes, pues ven rasgos o comportamientos en ellos que les gustaría adoptar y poco a poco los van tomando. Cuando ya no les agradan o encuentran otras características más llamativas, cambian sus estructuras y adoptan nuevas formas de comportamiento. También pueden tomar estos comportamientos de amigos, familiares o personas cercanas. Posiblemente no se sientan identificados con papá o mamá, pero esto puede ser parte de su tendencia a rebelarse a la autoridad, que es una de las características del pensamiento inmaduro adolescente. Los rasgos de la personalidad de un adolescente pueden incluir la forma en que se comportan, la forma en que visten o peinan, los gustos y aficiones, y muchas otras características. poco a poco irán adoptando rasgos que les brinden adaptación a su entorno.
Conocer a un adolescente no es una tarea sencilla, sin embargo, es muy enriquecedora y nos permite pensar en cómo fuimos nosotros mismos durante esta etapa, la cual seguro que estuvo llena de anécdotas y memorias que durarán para siempre. Recuerda que la mejor forma de entender la personalidad de tu adolescente es la convivencia y el espacio. Habrá ocasiones en que la relación sea cercana y otras en las que él o ella te pedirá su espacio. Ten en cuenta que los esquemas a los que los adultos estamos acostumbrados tendrán que cambiar, sobre todo en cuanto a disciplina y reglas, y esto requerirá que pongamos mucho de nuestra parte. Esperamos que este artículo te haya ayudado a comprender un poco más algunos aspectos de los adolescentes, esperamos te haya gustado y puedes escribirnos si deseas conocer más acerca de un tema en particular para abordarlo en nuestras siguientes publicaciones.
EDUCACIÓN
NOSOTROS
CALENDARIOS
CONTÁCTANOS



Por José Luis Aguilera
Hablar de comunicación es un tema sumamente diverso y tiene muchos matices, dependiendo el contexto desde que lo abordemos. Cuando hablamos de comunicación en Psicología, me gusta mucho rescatar el modelo de Paul Watzlawick, quien fue un psicólogo y terapeuta familiar que dio muchas aportaciones para entender las relaciones humanas. Personalmente, es uno de los autores que más disfruto de aprender.
Comunicar significa poner algo en común: una idea, mensaje, pensamiento o emoción. Sin embargo, no debemos ver a la comunicación como un proceso lineal (emisor-mensaje-receptor), sino como un proceso circular en el que debe existir la retroalimentación y participan muchos más agentes que un emisor y un receptor. Comunicarnos va más allá de lo que hablamos, pues hablar no es la definición absoluta de comunicar. Si vemos a la comunicación como una conducta, y a la conducta como una comunicación, entonces todo se simplifica, pues todo lo que hacemos y decimos, e incluso aquello que no hacemos o no decimos, es comunicación. Una de las frases más icónicas de Watzlawick dice “es imposible no comunicar”; vaya que tiene razón.
La comunicación posee distintos niveles y uno de los errores o vicios más comunes de la comunicación es enviar un mensaje por un nivel y recibir la respuesta por el otro. Pensemos en un ejemplo muy común: Hay un par de adolescentes, que recién se conocen, caminando por un parque en una tarde fresca, cuando de repente el sol se oculta y la chica frota sus manos contra sus brazos y comenta el famoso “tengo frío”. El chico abre los ojos, no piensa mucho y responde casi inmediatamente “oh sí, yo también”, y se dispone a subir el cierre de su chamarra. La chica al escuchar esa respuesta y ver la reacción simplemente atina a decir “ash, no inventes” y se apresura a caminar molesta, dejando atrás a su acompañante, que se quedó con una cara de no haber entendido nada.
Seguro que más de uno de ustedes estará pensando “Ay, ¿cómo no se dio cuenta? ¡Ella quería que él la abrazara o le diera su chamarra, era más que claro!”. Pero en este ejemplo tan sencillo, no hay nada claro, al menos no para ellos. Este caso nos permitirá entender fácilmente dos de los niveles de la comunicación.
Ella verbalizó “tengo frío”. Si lo analizamos desde un nivel de contenido, que se refiere al aspecto semántico de la oración (como una definición de diccionario), ella dijo “tengo frío” y eso significa “tengo frío” (el ambiente está más fresco; la temperatura está bajando y lo estoy sintiendo). No hay más significados.
En un segundo nivel, conocido como relación, los mensajes se interpretan por las interacciones y relaciones de las personas. Va más allá del significado literal de una palabra, frase u oración; es lo que se interpreta de acuerdo a cómo se llevan o interactúan las personas. En este nivel, “tengo frío” tiene múltiples significados, pues depende totalmente de las relaciones, en el ejemplo anterior podría significar “abrázame, acércate, ofréceme tu chamarra” (el significado que muchos habían pensado inicialmente).
¿Por qué falló el mensaje en este ejemplo? Muy fácil, el fallo o problema consistió en que él se encontraba emitiendo y recibiendo mensajes en un nivel A (contenido) y ella lo hacía en un nivel B (relación). La retroalimentación nunca se dio de manera adecuada por una explicación muy sencilla: ellos no estaban en un común acuerdo. Este ejemplo burdo y sencillo es el reflejo de muchos los inconvenientes y vicios de la comunicación, pues pocas veces nos ponemos de acuerdo. Si yo emito un mensaje en un nivel B, pero la otra persona solo entiende el nivel A porque no nos conocemos lo suficiente, posiblemente no logre entenderme con esa otra persona. Comunicarme con otra persona no solo involucra lo que voy a decir en mi oración, sino la forma en la que me llevo con esa otra persona y qué relación compartimos.
Usemos un segundo ejemplo: ¿qué significa “traes feria”? En un aspecto de contenido, una feria es un conjunto de atracciones con fines de entretenimiento o recreación, o bien, un evento donde se reúnen personas para ciertos fines. Es imposible traer feria, al menos en este nivel. En un nivel de relación, muchos de ustedes pudieron haber entendido por feria un sinónimo de dinero, cambio, monedas o morralla. ¿Por qué? Porque compartimos al menos un contexto o relación, somos mexicanos, hemos vivido en México o pensamos en el significado de la frase desde un contexto mexicano. Si en alguna ocasión preguntamos a un extranjero que recién habla el español “¿traes feria?” y es la primera vez que lo escucha, seguro que mostrará una cara confundida, posiblemente no entienda nada.
Además de los niveles de relación y contenido, podemos encontrar la comunicación verbal y no verbal en nuestros mensajes. Es incorrecto pensar que dejamos de comunicarnos porque no hablamos más. Estamos perdiendo el elemento más rico de nuestras interacciones: el lenguaje no verbal. Es muy importante recordar que no solamente recibimos mensajes por medio del habla y el canal auditivo, sino por todos nuestros otros sentidos: vista, gusto, tacto y olfato. Las acciones pueden decir más que las palabras, no importa si estas son escritas o verbales.
No es lo mismo decir hola con un tono enérgico y saludando al ondear la mano que decirlo con un tono apagado y con la mirada cabizbaja. El mensaje en cuanto a contenido es lo mismo en ambos contextos: un saludo (a esto lo llamaremos nivel digital). Sin embargo, en un nivel analógico, está incluyendo la relación de los participantes y todos los elementos no verbales de la interacción, dándole así un significado completamente distinto en cada uno de esos “hola”.
Aquí es donde reside gran parte del secreto comunicacional. No solo son las palabras que digo, sino cómo las digo. Hay infinidad de elementos que afectan a la comunicación no verbal: la entonación, el lenguaje corporal, el uso del espacio y del tiempo, el momento del día, la relación, la cultura y hasta el contexto sociohistórico en el que nos estamos desarrollando. Ser conscientes de estos elementos nos permitirá mejorar nuestra comunicación, pues nunca dejamos de comunicarnos, siempre estamos en constante proceso. Todo lo anterior no nos obliga a cuidar meticulosamente cada una de nuestros mensajes y nuestras conductas, al contrario, nos invita a descubrir qué estoy comunicando, con quién me estoy comunicando y qué quiero comunicar. De esta manera, se abre una gama inmensa de posibilidades para poder mejorar la relación con las personas que me rodean y, por supuesto, conmigo mismo.
Así que la próxima vez que desees emitir un mensaje, no analices las miles de posibilidades, mejor, ponte de acuerdo con la persona o personas con las que estás interactuando y seguro notarás una gran diferencia.
EDUCACIÓN
NOSOTROS
CALENDARIOS
CONTÁCTANOS
El tema de saberse y sentirse sin poder salir de casa puede volverse un suplicio. Para ello existen medios que pueden ayudar a favorecer que esta estancia sea más placentera, que el tiempo se aproveche y que se viva de una forma sana estos días.
El primer paso es ver estos días de guardarse como una oportunidad, una oportunidad para ponernos aprueba en nuestra flexibilidad, capacidad de adaptación y creatividad. Estos mismos días nos permitirán hacer cosas que normalmente no hacemos, como permitirles a los hijos que se hagan cargo de algunas actividades y roles del hogar, desarrollar algún juego de mesa ellos, trabajar en arte, etc.
Te compartimos aquí algunas sugerencias para poder ayudar a tus hijos a que tengan un día productivo y los más completo posible. Esto ayudará a todos a sentirse útiles y disminuir la ansiedad o aburrimiento ante el encierro.
- Mantengan un horario semanal, con actividades por las tardes y actividades libres. Mantener una rutina es fundamental.
- Entre semana te sugerimos se despierte todos los días a la misma hora y que sea temprana (6:30 a 7:00 a.m. recomendable).
- Comenzar el día con un baño ayuda a refrescarse, activarse e iniciar el día con toda la actitud.
- De ser posible preparen el desayuno en familia y tómenlo juntos en la mesa, este es un buen momento para compartir.
- La higiene dental es siempre importante al iniciar el día y después de cada comida.
- Revisen y descarguen el material virtual que el colegio estará enviando. Es importante que se destine una mesa exclusiva para que sus hijos realicen sus tareas y actividades.
- Procuren no tener celulares cerca de la mesa de trabajo pues estos pueden convertirse en importantes distractores.
- Establecer lapsos de 30 a 50 minutos puede ayudar a eficientar el trabajo en casa. Es muy importante acompañar y prestar atención a dudas o comentarios.
- Después de dos períodos de trabajo se recomiendan pequeños descansos de 10 a 20 minutos. Terminar las tareas asignadas en el horario escolar, ayuda a eficientar las demás tareas del hogar y realizar otro tipo de actividades durante la tarde.
- En caso de que la carga de actividades y trabajos sea muy pesada, hagan un descanso donde tomen una colación (fruta, por ejemplo) y continúen después de sentirse más despejados. Los horarios de descanso o lunch pueden ser los mismos que en la escuela a las 9 y 12.
- Incluyan una actividad física o de activación todos los días (gimnasia, rutinas de ejercicio, etc.)
- Al menos dos días a la semana incluyan actividades artísticas (pintura, modelado, música)
- Busquen momentos para socializar a través de las redes (en familia y con amigos).
- Aprovechen tiempo para conversar en familia y agradecer de algún beneficio o logro.
Nuestro departamento de psicopedagogía tiene las puertas abiertas para ti en todo momento.